Mantener una rutina de ejercicio no siempre depende de cuánta motivación se tenga cada
día. Muchas veces, el verdadero secreto está en contar con estrategias que ayuden a
sostener ese hábito en el tiempo, incluso en los días en que el ánimo no acompaña.
Así lo asegura Cristóbal Toledo, psicólogo deportivo de Sportlife, quien entrega algunas
herramientas para transformar el entrenamiento en un compromiso con uno mismo y no
en una lucha diaria contra la flojera o la culpa.
“Lo primero es conectar con una razón que realmente te inspire”, señala Toledo. Explica
qe muchas personas se proponen metas vagas como “bajar de peso” o “ponerse en
forma”, pero esas ideas suelen ser muy abstractas o estar cargadas de presión. “En
cambio, cuando logras identificar un motivo más íntimo, como querer sentirte con más
energía en el día a día, reducir el estrés o simplemente mejorar tu salud mental, la
constancia deja de sentirse como una obligación y se vuelve una elección coherente con
tus propios deseos. Cuando entrenas por algo que tiene sentido para ti, no necesitas
motivación todos los días. Lo haces porque sabes que te hace bien”, afirma.
Otro elemento fundamental es dejar de ver el entrenamiento como algo que se hace “si
queda tiempo”. Agendarlo como una cita inamovible puede cambiar por completo la forma
en que lo enfrentas. “Si ordenas tu día en función del entrenamiento, y no al revés, estás
priorizando tu bienestar. Es una forma de autocuidado y también de respeto por tu propio
proceso”, comenta el psicólogo.
En ese sentido, aconseja anotar las sesiones en un calendario, como si fueran reuniones
laborales o médicas, y de esa forma es más fácil darles el espacio que merecen.
El experto de Sportlife, también insiste en la importancia de comenzar con metas
pequeñas y sostenibles. Muchas personas abandonan el ejercicio porque sienten que
deben hacerlo perfecto o con máxima intensidad desde el primer día. “Pero a veces,
hacer un poco es mucho mejor que no hacer nada. La constancia se construye paso a
paso, no desde la exigencia extrema. Lo importante es moverse, aunque sea con una
rutina breve o más liviana que la planeada”, comenta.
Otra estrategia clave es entrenar lo que él llama el “pensamiento flexible”. Esto significa
aprender a valorar el esfuerzo incluso en los días difíciles. No se trata de castigarte por no
rendir al 100%, sino de reconocer avances pequeños. “Quizás lograste mantener la
constancia, mejoraste un movimiento o simplemente te sentiste un poco mejor después
de entrenar. Cambiar la forma en que interpretas esos días puede marcar una gran
diferencia en tu relación con el ejercicio”, sostiene.
Y si hablamos de mantener la motivación viva, el entorno también importa. Entrenar con
otras personas, ya sea amigos o grupos, puede reforzar tu compromiso y hacerlo más
entretenido. Asegura que las clases grupales como spinning, zumba o aerobox, además
de ser dinámicas, crean un ambiente de apoyo que resulta muy estimulante. “Sentirte
parte de una comunidad le da un valor extra a la experiencia”, dice Toledo.
Finalmente, no hay que olvidar que el ejercicio debe disfrutarse. Puede sonar simple, pero
pasarlo bien mientras entrenas es uno de los factores más potentes para sostener el
hábito en el tiempo. “Pon música que te guste, elige actividades que te entretengan y
permítete sonreír. El entrenamiento no tiene que ser una tortura, también puede ser un
momento de conexión positiva contigo mismo”, concluye.